04 de Julio de 2011 | Notas

Empresa juguetera en el New York Time

La Argentina y Grecia

Los corresponsales de The New York Times radicados en la Argentina y Brasil realizan el siguiente informe, en el que comparan la situación de nuestro país durante la crisis de 2001 con la actual debacle que está viviendo Grecia, resaltando tanto similitudes como diferencias.

  • imagenes fotos

Una década atrás, a medida que la Argentina se deslizaba hacia el colapso financiero, los bancos se pertrecharon detrás de películas metálicas para mantener afuera a los manifestantes que exigían acceso a los ahorros de toda su vida:“¡Ladrones!” gritaron algunos, golpeando martillos.

Fue un punto bajo para Argentina conforme abandonaba un experimento en el que vinculó el peso al dólar, congeló cuentas bancarias e incumplió pagos por 100.000 millones de dólares de deuda extranjera, mayormente.

Actualmente ya no está esa película metálica. Sin embargo, aún persisten los debilitantes efectos del impago de Argentina en 2001 y la devaluación de la divisa. Y ahora, a medida que Grecia se aproxima a un posible incumplimiento de pagos, las lecciones argentinas podrían ser instructivas.

Para empezar, una década más tarde, Argentina aún no ha sido capaz de reingresar al mercado de crédito mundial: “El impago no es gratuito”, destacó Jaime Abut, consultor empresarial en Rosario, ciudad al norte de Buenos Aires. “Se deben pagar las consecuencias y, por largo tiempo, Argentina ya no es visto como un país serio”.

En cualquier caso, comentan economistas, las perspectivas de Grecia podrían terminar siendo peores. Argentina fue, y es, un gran exportador de productos agrícolas, y presenta un superávit de comercio exterior. La gran mayoría de la economía griega está en los servicios, particularmente el turismo, y Grecia presenta un perenne déficit comercial.

Lo que es más, al momento de su incumplimiento, Argentina tenía un déficit fiscal de 3,2% de su producto bruto interno. El déficit de Grecia ascendió a 10,5% del PBI el año pasado, según la Comisión Europea, lo cual está muy por arriba del límite de 3% de la Unión Europea. Como porcentaje del PBI, la deuda griega de 150% es mucho peor que el 54% presentado por Argentina al momento del incumplimiento.

Pero, quizá, el mayor aprieto para Grecia es que comparte una divisa común con otras naciones europeas que usan el euro. Y así, a menos que dé el imponderable paso sin precedente de romper con la zona del euro, Grecia no tiene acceso a una gran herramienta -la devaluación de su divisa soberana- que ha ayudado a la Argentina a atemperar su tormenta económica.

“El gran problema para Grecia es que tienen una firme divisa, mucho más fuerte en relación con su productividad”, destacó Eric Ritondale, prominente economista en Econviews, empresa de consultoría económica.

Durante los años ’90, en busca de controlar la hiperinflación, Argentina vinculó el valor de su peso con el dólar estadounidense; una estrategia de “convertibilidad” que terminó siendo insostenible debido a las crecientes tasas de interés en el mundo. El país privatizó muchas industrias, lo cual condujo a altas tasas de desempleo pero también volvió más eficiente a la economía argentina (Grecia, cuyo sector público representaba aproximadamente 40% de su economía antes de que empezara la crisis de la deuda el año pasado, actualmente está bajo intensa presión para que privatice.) 

Sin embargo, para 1999 era claro para la mayoría de los economistas que Argentina se dirigía inexorablemente hacia un impago y devaluación. El número de personas por debajo del límite de pobreza estaba creciendo -alcanzó su cúspide en más de 50% de la población en 2002- y el desempleo se estaba disparando. El gobierno de coalición del presidente Fernando de la Rúa empezó a venirse abajo.

Al igual que Grecia actualmente, crecieron las tensiones sociales. Hubo ocho paros generales en Argentina en 2001, con saqueos y miles de bloqueos de caminos y vías. Descomunales filas se formaron afuera de muchas embajadas europeas a medida que oleadas de argentinos huían de su país: “La gente vendía todo y se mudaba a España, y aceptaron empleos haciendo lo que fuera, ya que sentían que este país no tenía esperanza”, recordó Daniel Kerner, analista por el Grupo Eurasia, consultoría de riesgo político.

De la Rúa renunció el 21 de diciembre de 2001, huyendo de la Casa de Gobierno en helicóptero a medida que estallaba un disturbio abajo. Durante los 10 días siguientes, cuatro presidentes asumieron el poder y después renunciaron rápidamente antes de que un quinto, Eduardo Duhalde, declarara la devaluación de la divisa. Al poco tiempo, el Congreso aprobó formalmente el impago de la deuda, que ya era una realidad de facto.

En 2003, Néstor Kirchner fue elegido para remplazar al presidente provisional, Duhalde. Kirchner se embarcó en un nuevo modelo económico, que su esposa, la actual presidente de Argentina, aún sigue. Sus pilares sostienen a una débil moneda para fomentar las exportaciones y desalentar las importaciones, en tanto se mantienen superávits fiscal y comercial a los que se puede recurrir para financiar al gobierno e ir reduciendo la deuda.

A esta estrategia la han estado beneficiando los crecientes precios mundiales de productos agrícolas. Para Argentina, importante productor de soja, la ola de productos ha sido una bendición. Los precios de la soja han subido de 200 dólares por tonelada en 2003, a más o menos 500 dólares por tonelada actualmente.

Grecia, con pocas exportaciones agrícolas, no puede esperar una bendición similar. Sin embargo, los economistas dicen que se puede beneficiar del ejemplo de Argentina en lo concerniente a la reestructuración de la deuda, principalmente si busca evitar una repetición de lo mismo.

El gobierno argentino esperó hasta 2005, cuando su economía ya estaba en recuperación, para conducir la primera de dos reestructuraciones de la deuda. Inversionistas extranjeros no-gubernamentales -el mayor incluía fondos de pensión de Italia, Japón y Estados Unidos- aceptaron valuaciones menores que les costaron dos tercios de sus inversiones.

Notablemente, el único acreedor al que se le pagó la deuda totalmente, en 2006, fue el Fondo Monetario Internacional, al cual Argentina le debía 9.800 millones de dólares que se remontaban a los años ’90.

Desde que saldó su deuda con el Fondo Monetario Internacional, Argentina no ha solicitado préstamos del Fondo. Eso ha permitido a los gobiernos de los Kirchner evitar la típica prescripción severa de una reducción al presupuesto del Estado.

Para Grecia, que accedió el año pasado a reducir el gasto del gobierno como una de las condiciones para un paquete de rescate del FMI y la Unión Europea, esas medidas de austeridad actualmente son una gran fuente de discordia social.

El gobierno argentino ha mantenido onerosos subsidios a la energía y algunos alimentos a fin de evitar la inconformidad popular, medidas que serían intolerables para el FMI. Pero, hay que considerar, son los altos precios de productos lo que le ha ayudado a Kirchner a mantener la popularidad en el ámbito nacional, a través de generosos desembolsos del gobierno.

Pese a los desafíos del financiamiento, la economía de Argentina ha crecido más de 8% al año desde 2003, al tiempo que muchas empresas se han beneficiado de la devaluación. Argentina ya reanudó la exportación de automóviles a Brasil. El turismo ha florecido a partir de un flujo de brasileños y otros extranjeros.

Miguel Faraoni, quien dirige Faraoni y Lo Menzo, fabricante local de juguetes, dijo que no podía competir en la década de los ’90, cuando la producción juguetera de Argentina se desplomó ante una inundación de productos chinos. Consideró la bancarrota aproximadamente en 2001, cuando estaba dando empleo a sólo seis trabajadores, por debajo de los 30 que tenía en 1990.

Actualmente tiene 40 trabajadores y la industria juguetera de Argentina posee una participación de 40% de las ventas nacionales, por arriba del 10% de 2001. “Estamos trabajando las 24 horas del día para cubrir la demanda en el país”, destacó Faraoni.

A final de cuentas, Argentina podría tener una lección más que enseñar a Grecia: el peligro del fatalismo.

“Mucha gente estuvo diciendo que Argentina nunca se recuperaría, que el peso nunca recuperaría valor, que este país estaba condenado”, comentó Kerner, el analista. “Y nada de eso ocurrió”.

Por Charles Newberry y Alexei Barrionuevo
Fuente: The New York Times Service © 2011

Copyright 2013 Juguetes y Negocios. Todos los derechos reservados

Juguetes y Negocios es independiente, objetivo y no está vinculado a ninguna cámara empresaria.