15 de Marzo de 2011 | Notas

La hora del recreo. Ludotecas para la Salud y la Integración Social

La actividad lúdica, individual o grupal, puede mejorar la calidad de vida, permite abordar temas conflictivos y promover valores solidarios. Razones y experiencias de gente que juega y hace jugar.

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Por Verónica Engler

Vengo desde bebé», cuenta Brian, de 8 años. Yamila, apenas un poco mayor que su compañero, recuerda que viene «desde hace un montón» y agrega: «invité también a mi amiga». Los dos son asiduos asistentes de la Juegoteca del Centro de Salud de la Ciudad (Cesac) Nº 14, que pertenece al Área Programática del Hospital Piñero, en Flores. En ese centro de salud, lindero con la Villa 6 Cildáñez, se recrean, se divierten y se entretienen nenas y nenes menores de 13 años. Allí aprenden a compartir, a comunicarse y amplían sus posibilidades expresivas, además de incorporar las reglas de distintos juegos, muchas de las cuales les servirán para moverse en otros ámbitos, fuera del espacio lúdico.

CON PASIÓN.

Martina, de 28 años, también juega, pero en otro lugar, en uno de los centros de diálisis de la empresa Gambro. Así, las horas que le dedica cada semana a su tratamiento no le resultan tan arduas ni aburridas. Los juegos pueden ser individuales o grupales y, claro, están adaptados a la posibilidad de movilidad física que tienen las personas en ese momento. Por ejemplo, se puede contar un cuento que luego será interpretado por los pacientes desde sus sillones. «De esta manera se logra que las cuatro horas que dura cada aplicación de diálisis se les pase rápido, lo que los pone muy contentos y deseosos de volver a la siguiente aplicación», cuenta el licenciado Fernando Rabenko, director de Tiempo de Juego, una organización formada por trabajadores sociales cuyo propósito es incrementar sus conocimientos lúdicos y sociales para mejorar la calidad de vida de la comunidad. También las personas privadas de su libertad pueden jugar, e incluso el juego puede ser una vía de acceso para abordar temas conflictivos que aquejan a un grupo determinado.

La dicha en movimiento

«Una de las problemáticas de esta zona es la deserción escolar y la repitencia, que es la más alta de toda la ciudad», señala la psicopedagoga Marisa Snaidman, creadora y coordinadora de la juegoteca del Cesac Nº 14, un proyecto lúdico pensado para promocionar la salud y prevenir, que ya lleva una década de funcionamiento.

Como no había espacio disponible, la juegoteca comenzó en la sala de espera del centro, donde todavía se sigue desarrollando cada miércoles, a la mañana y a la tarde.

«Es una propuesta que invita a toda la comunidad a jugar, no está dirigida únicamente a los que vienen a atenderse –cuenta Snaidman–. Más o menos el 80% de los chicos vienen especialmente a jugar y el 20% restante son los que están esperando que los atiendan y aprovechan la oportunidad para jugar, conocen las posibilidades y, si quieren, vuelven». La psicopedagoga recalca el hecho de que el juego reglado es el más específico de esta juegoteca –en los Centros de Salud de la ciudad hay alrededor de 20 juegotecas, aunque no reciben ningún tipo de recurso material de parte del Gobierno de la Ciudad y en su mayoría se sostienen con donaciones de Fabricantes de Juegos –.

«A medida que los chicos van creciendo, nosotros tenemos mucho interés en que conozcan y sientan placer e interés por los juegos reglados, porque vemos que eso los ayuda a ampliar su capacidad simbólica, a elevar el nivel de pensamiento y a consensuar reglas». Dominós, loterías, dados, ludomatics y memotests son algunos de los juegos que los chicos disfrutan en el Cesac y que incluso pueden llevarse a la casa para compartir con su familia. María, que llegó hace 5 años de Bolivia, cuenta que la juegoteca ayudó a sus hijos mayores a ambientarse. Por su parte, Carmen, oriunda de Paraguay, admite que trae a sus tres chicos para que puedan hacerse de amigos. «Al ser una juegoteca en salud no es que sólo vienen y juegan –cuenta Snaidman–, tenemos como objetivo ver qué les está pasando, quizás hacer alguna intervención, probablemente distinta que en un consultorio, a través del juego para que esa persona mejore». El equipo de la juegoteca del Cesac N° 14 es interdisciplinario: hay fonoaudiólogas, psicólogas, trabajadores sociales y psicopedagogas. Fue en el año 2001 que los coordinadores de las diferentes juegotecas de Centros de Salud que funcionaban en la ciudad decidieron reunirse para compartir experiencias y aunar fuerzas en el sostenimiento de estos proyectos.

Así surgió la Red de Juegotecas de la Ciudad, con la idea también de ayudar a que este tipo de iniciativas lúdicas se propaguen. «Los que formamos este grupo organizamos un curso para aquellos que pudieran ir de los distintos centros, para promover que se abran más juegotecas pero con el criterio de que cada uno la haga como quiera», relata Snaidman. «No hay una modalidad única, cada uno tiene que hacerla de acuerdo con su criterio, de acuerdo con los profesionales que son y atendiendo las necesidades de su comunidad, porque la ciudad es muy grande y tiene distintas realidades». Los integrantes de esta red de juegotecas propusieron el Programa Juegotecas en Salud, que fue aceptado en su momento por la Secretaría de Salud porteña –que ahora es Ministerio de Salud–. Así, el programa quedó inscripto en la Dirección de Atención Primaria, pero a partir de la asunción de Mauricio Macri, esta dependencia dejó de existir y el programa quedó incluido en el área de la direccion de Programas Centrales.

En el Hospital Elizalde (ex Casa Cuna) las nenas y nenes internados también tienen sus tiempos para el juego. Cada martes y viernes por la tarde, un grupo de voluntarios, capacitados como «ludoeducadores hospitalarios», recorre el nosocomio con sus «ludomóviles», que son unos dispositivos diseñados para el depósito, transporte y administración de una variedad de juegos y juguetes que permite recorrer las distintas salas de internación. La incorporación de ludomóviles permite que los niños que tienen que permanecer en la habitación también puedan jugar. Este proyecto, llamado Ronda de Juego, lo lleva adelante la organización civil la Legión de la Buena Voluntad. Betina Capace, una de las integrantes de este equipo de voluntarios, reconoce que la formación como ludoeducadora hospitalaria le «permite jugar con los chicos creando estrategias que faciliten un aprendizaje significativo a través del juego, adaptándonos a sus necesidades y al lugar donde se encuentran».

Sin violencia

Además de la labor que desempeña en el hospital, Capace está al frente del emprendimiento «Juegos eran los de antes», conformado por un grupo de profesionales y artistas especializados en el área de salud, educación y recreación, con experiencia en el ámbito comunitario. Junto con el Foro Permanente para la Educación, la Ciencia y la Cultura por la Paz iniciaron el proyecto Jugarse por la Paz, que pretende «promover la reflexión, y la consecuente acción, frente a los diferentes mensajes violentos que reciben nuestros niños y jóvenes, a partir de la creación de Ludotecas Móviles», cuenta Capace. Una de las iniciativas de este proyecto conjunto es la campaña: «No a los juegos y juguetes violentos».

Otra propuesta en este sentido es «Dale que… Juegos y juguetes para un mundo mejor», que promueve los juegos y juguetes no sexistas, no belicistas, no consumistas y no homofóbicos. Esta iniciativa fue lanzada hace casi un año a partir de una propuesta surgida en la Red Informativa de Mujeres de Argentina (RIMA), a la que se sumaron mujeres y varones de distintos ámbitos lúdicos y no tanto, como la diputada porteña Diana Maffia. En este grupo ronda la inquietud de permitir «juegos para la construcción de la paz», que generen vínculos diferentes, en los que el interés deje de estar en la competencia («te gané»), la exclusión («esto es para nenes y esto, para nenas») o la eliminación de un adversario, y se oriente hacia la cooperación, la colaboración y la búsqueda de objetivos comunes. Uno de los proyectos de «Dale que...» es armar un taller de reciclado para jóvenes, con la idea de que puedan crear a partir de piezas en desuso nuevos objetos para jugar y compartir con otros y otras.

Pasar un buen rato cuando sea y donde sea, usar el ingenio para destrabar la partida, aceptar las reglas del juego para poder jugarlo, divertirse y aprender con otros, enfrentar temas y momentos ríspidos y salir de eso ilesos y con una cuota de placer.

El juego, sí, permite esto y mucho más. Y, por suerte, son bastantes los jugadores empedernidos que lo traen y lo llevan por doquier con ánimo de contagiar el disfrute a quien lo quiera y a quien lo necesite.

Fuente: Nota publicada en la Revista ACCION EDICION 1043 PRIMERA QUINCENA FEBRERO DE 2010

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