29 de Abril de 2011 | Notas

¿Es hoy más difícil ser empresario?

¿Hoy vivimos el período más difícil para estar al frente de una pyme o las crisis anteriores transformaron al empresario en un experto en capear tormentas?

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¿Todo pasado fue mejor? ¿El empresario de hoy trabaja como equilibrista para salvar a su pyme? Ninguna respuesta puede ser absoluta; depende de la realidad de cada ejecutivo. Pero sí puede afirmarse que no son pocos los hombres de negocios y expertos del sector académico que aseguran, sin titubeos, que el actual es el peor momento para ser ejecutivo en la Argentina. Dentro del marco de estas preguntas tan amplias, algunas ramas de la industria (en particular algún sector textil y metalmecánico) pueden aseverar que la ausencia de criterios en la aplicación de licencias no automáticas para importar ha corroído notablemente la actividad del sector, al no poder adquirir del exterior los insumos necesarios para el desarrollo de la mano de obra local, bienes que ni siquiera se fabrican en el país. 

En tanto, por las mismas licencias, los sectores relacionados con la fabricación de juguetes, heladeras, lavarropas y demás líneas blancas han sido los grandes ganadores, ya que disminuyó la invasión de productos brasileños y asiáticos. Éste es solo un ejemplo del impacto de una misma medida sobre diversos sectores, situación que se da porque no es debidamente analizada con anticipación, coinciden muchos empresarios, y que alienta a la inestabilidad de los negocios. 

En respuesta a las preguntas iniciales, varios ejecutivos analizan el escenario desde un ángulo más optimista, al sostener que al haber pasado tantas crisis, el empresario pyme se vio obligado a incorporar experiencia y habilidad para entenderlas, diagnosticarlas y salir a buscar las oportunidades. 

La soga fiscal aprieta cada vez más
 
Hay un ítem en el que coinciden tanto los que afirman que es el momento más difícil para comandar una firma como aquellos que sostienen que es la hora de aplicar las recetas del pasado no muy lejano. Está vinculado a la asfixiante carga impositiva que deben enfrentar las firmas, sin importar el tamaño. “La presión fiscal es histórica y dramática. Hoy se ubica en el 33% del Producto, el más alto de Latinoamérica. En los ‘80 promediaba el 20%. Entonces, el empresario debe pensar dónde se ajusta para poder cumplir con el fisco. Y ni hablar de las retenciones, que se cobran tengas o no ganancias”, enfatiza Conrado Martínez, coordinador académico de la facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Palermo (Buenos Aires), quien no tiene dudas que, por varios cuerpos, hoy es más difícil ser empresario. “Crisis hubo varias, lo que no se observó en las anteriores es la falta de respeto por las leyes, que se han vuelto de cumplimiento optativo; se sancionan y al día siguiente son inconstitucionales. No sabes dónde estás parado. En los 90 se conocía el modelo, bueno o malo, que se extendió por 10 años. Cada vez se acortan más los períodos durante los cuales no tenemos crisis. Pasamos de 10 o 12 años a siete, ya que la última fue en 2002. Hay un alto incentivo a ser cortoplacista, impulsado por el mismo Estado”, agrega el académico. 

Un economista que prefirió no ser identificado, analiza que “mientras el mundo baja impuestos para reactivar sectores golpeados, como lo hizo Lula en Brasil con las terminales automotrices, en la Argentina se suma presión impositiva cuando baja la actividad, algo insólito. Acaban de aprobar un impuestazo a los sectores tecnológicos y, sin dudas, se venderá mucho menos”. El experto en finanzas también destaca la importancia de que las empresas ganen dinero. “Antes de que el empresario gane plata, el fisco ya cobró sus impuestos, los acreedores sus intereses y los empleados sus sueldos. Si las compañías no ganan dinero ninguno cobrará. Lo que se debe hacer es facilitarle las cosas al empresario para que este circulo se desarrolle y evitar los obstáculos”, enfatiza. 

¿Cómo está afectando la mochila fiscal a las empresas? Martínez subraya que incentiva la competencia desleal y la informalidad, ya que, esgrime, cuando la carga impositiva es tan alta, hay negocios que para seguir funcionando no pueden cumplir con el fisco, y no por ser perversos. “En términos de exportaciones, la competitividad se puede lograr con un incremento del tipo de cambio nominal o con reducción de costos. Entonces, en lugar de apuntar a subir el dólar, por qué no bajamos impuestos así el empresario gana competitividad”, se pregunta el académico de la UP. 

En el análisis de Ignacio Bruera, gerente de investigación de Fundación Observatorio Pyme, la presión fiscal es una de las principales quejas que escucha del sector. “Debería aplicarse un tratamiento diferencial respecto a una gran empresa, teniendo en cuenta la creación de empleo y valor agregado de la pyme”, indica. 

Eduardo Fernández, dirigente de Apyme y empresario del rubro alimenticio, coincide en que lo ideal para las pequeñas y medianas sería afrontar otros costos impositivos que permitan incorporar mayor mano de obra. “Hace falta una reforma donde la carga fiscal sea racional, donde no se castigue a la producción y disminuyan los impuestos indirectos, como el IVA, tributo que además no grava la renta y potenciaría el poder adquisitivo del consumidor”. A pesar de esta realidad, Fernández recuerda haber transitado muchas crisis, aún de carácter terminal, como la de 2001. Y no asigna a la actual ese calificativo. “Esta crisis, a nivel local, tuvo una creación política. Podrían nacer muchos más emprendimientos, pero nunca se consolidó la etapa de crecimiento que vivimos en los últimos años. Eso hubiera sucedido si las políticas de Estado no fueran espasmódicas. Como empresario, pienso cinco veces antes de invertir”, agrega el ejecutivo cordobés.

Reclamo de incentivos para los que cumplen
 
Diego Russo, directivo de la empresa Amalfi-Casablanca, fabricante de sábanas, toallas, acolchados y cortinas de baño, destaca que “ser empresario hoy es muy cansador, ya que debe luchar contra competidores de mayor tamaño y contra el propio Estado. No tengo a una persona en negro desde que abrimos la empresa, y el Gobierno alienta y premia a los que no trabajan en blanco. ¿Y los que lo hacemos hace años somos estúpidos? No existen los incentivos”, afirma ofuscado. “Estoy de acuerdo con que hay que ser equilibrista en la Argentina de hoy, pero las pymes que no murieron con la crisis de 2001, difícilmente lo hagan ahora. En nuestro caso, la última recesión nos fortaleció para empezar a trabajar con capital propio. Antes vivíamos con cartas de crédito. Ya no debemos pagar descubiertos en los bancos. Hoy la pyme no está en condiciones de pagar esos costos financieros, que afectaba directamente al costo del producto”, agrega el empresario. 

Como le pasó al sector metalmecánico, las licencias no automáticas aplicadas por el Gobierno para moderar las importaciones, perjudicaron a la empresa textil. “Se toman 90 días para otorgar el permiso (si lo dan) y no son pocos los que perdieron clientes y rentabilidad. El haber podido trabajar con un importante stock nos permitió seguir trabajando y cumpliendo con la venta local, ya que los permisos se los dan a las grandes empresas amigas del Gobierno”, enfatiza Russo. Este año, las exportaciones de su firma bajaron un 20%, y la demanda a nivel local más de 10%. A pesar de este escenario, el empresario también resalta que esta crisis encontró mejor paradas a las pymes, ya que no tienen circulante de dinero en los bancos. Los que se volvieron endeudar y no aprendieron la lección hoy tienen los mayores problemas”, concluye el joven que pertenece a la tercera generación de la compañía textil. 

Bruera destaca que si el empresario hubiera observado que se extendía el período de crecimiento registrado hasta mediados de 2008, se podría haber fondeado para afrontar períodos de vacas flacas. “Si tuviéramos un sistema financiero más estable, probablemente el ejecutivo no tendría que vivir obsesionado en pensar cómo transitar la próxima crisis”, indica. De todos modos, el economista recuerda que en los ‘90 la actividad cayó más rápidamente y muchas pymes desaparecieron, situación que no se observa ahora en igual magnitud. 

Crisis de la globalización 
A la hora de analizar la intensidad de la actual crisis, Daniel Dimare, al frente de la juguetería creadora del Rasti, puntualiza que actualmente se deben enfrentar muchos y diferentes obstáculos para ser competitivo o, simplemente, para sobrevivir o crecer. “Al estar el mundo cada vez más globalizado, las crisis, la competencia, las tendencias, las modas y gustos, nos afectan a todos, obligándonos a aggiornarnos continuamente y adaptar nuestra empresa a lo próximo que venga de afuera o adentro de nuestro país. Y las pymes suelen tener dificultad para acceder a las nuevas tecnologías. Hoy se necesita ser profesional o más técnico en las distintas áreas estratégicas de las empresas”, sostiene Dimare. 

Según el empresario, a todas las pymes del mundo les resulta difícil exportar sus productos por tener que competir globalmente con monstruos del desarrollo (multinacionales en cada rubro de la economía) o globalizados del bajo costo (los asiáticos). “A las empresas argentinas se les suma esa situación y las limitaciones financieras para viajar, prefinanciar la producción a escala para exportar. Hay que agregarle que a los precios de exportación de un país inflacionario no los podes mantener o respetar por mucho tiempo, porque se te incrementan los sueldos y demás costos fijos. Es imposible absorber continuamente esas variaciones y perder utilidad. Además, en el exterior no es bien visto que les cambies la lista de precios cada seis meses”, remarca Dimare. Las exportaciones de la firma se desplomaron más de un 50% en lo que va del año. 

Como en la mayoría de las pymes, la estructura flexible de la juguetería les permitió ser más ágiles frente a la crisis. “A las experiencias vividas por mi padre, le venimos sumando el profesionalismo de cada uno de nosotros y las nuevas ideas para hacer las cosas diferentes”, agrega el empresario, quien comenta las estrategias que debió encarar la firma para subsistir: lanzar productos en cajas más chicas y más accesibles al público, para bajar los precios de venta pero sin reducir la calidad, e invertir en nuevas líneas de juguetes para captar la franja etárea más chica.

Fuente: diariouno.com.ar

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