La guerra de los Rose es una película estadounidense de 1989. Narra las vicisitudes de una pareja que se conoce, se enamora y se casa. Una pareja feliz, una familia acomodada económicamente, una excelente vida social, todo…todo…que un buen día se derrumba. El amor se pierde, y pasan a hacerse la vida imposible, hasta llegar a una guerra despiadada. Se desata una lucha dramática con motivo del divorcio: los trámites de adjudicación de la casa, que fue su “nido de amor” en sus comienzos, se transforma en una batalla sin cuartel.
Hasta acá, una película, que muestra al extremo el camino que va de la ilusión a la decepción en una relación amorosa, en la que están dispuestos a pagar con sus vidas el intento de imponerse al otro en las disputas personales. Pero…es solo en la ficción? Nada más sucede en la pantalla grande? Encontramos algo de esto en nuestras empresas familiares?
Veamos ejemplos de la vida real:
Reunión de hermanos: ante la sugerencia de tratar temas profundos de la relación familia empresa, luego de los primeros esbozos se desata una discusión a los gritos, para decidir si lo que uno expreso es lo que otro entendió.
Dos socios: hay que resolver quien comunica una decisión al gerente. Ante la primera sugerencia de uno de ellos, el otro se considera disconforme, y a los gritos declama “siempre soy yo el malo, estoy cansado”. Se levanta y se retira intempestivamente.
Marido y mujer: “siempre soy la ultima en enterarme, los empleados lo sabían antes que yo, ahora arreglate, no me preguntes más nada”. Fin de la conversación.
Entonces, que sucede? Como prevenir? Cuales son las señales indicadoras, las luces de alarma a tomar en cuenta?
Las posturas personales: cuando lo que prevalece es la posición personal como eje de los temas, estamos en vísperas de futuros círculos viciosos. Esto significa que el hecho de “ganar” la discusión es más fuerte que encontrar soluciones. Se toman los temas como pulseadas, no como oportunidad de aprendizaje y mejora constante. Si nos anclamos en nuestras posturas, perdemos de vista las variables importantes del negocio. Es bueno darse cuenta cuando iniciamos este camino, para detenernos a tiempo y retomar los objetivos que tenemos para con la gestión.
Las pasiones: gracias a la pasión, emprendemos, fundamos empresas, les damos continuidad, atravesamos momentos duros. Pero la pasión también nos puede enceguecer. Los tiempos que vivimos se caracterizan por la velocidad, la incertidumbre, los valores diferentes de las nuevas generaciones, cambios en los estilos de comprar y consumir. Por lo tanto, debemos ser flexibles, agiles, abiertos a lo nuevo, no encasillarnos. Requiere gestionar el cambio, y para eso, cuidar que las pasiones no desborden y nos hagan perder de vista el camino a recorrer como empresa.
El costo-beneficio: la empresa se mide por su rentabilidad. Es una búsqueda permanente la de mejorar la relación costo beneficio, midiendo los pasos y decisiones que tomamos. Dichas decisiones, tarea central que desempeñamos como directivos, necesitan que las emociones extremas no nos impidan perder de vista dicha búsqueda. Las razones de la empresa, su continuidad, son distintas de las razones de los impulsos básicos que gobiernan las relaciones personales. Es un desafío encontrar puntos de unión.
Cuidar los números: es notable observar que, cuando predominan modos de conducirse empresarios como en la película, se pierden de vista indicadores del negocio, el tablero de gestión, y por lo tanto, dejamos de saber donde estamos parados. Sin la información necesaria, tomamos decisiones basadas en supuestos, prejuicios, creencias, que no contrastamos y evaluamos sus posibles consecuencias, con los riesgos para la sustentabilidad futura. Lo importante es recuperar el seguimiento de dichos indicadores, y saber como continuar. Cuando las pasiones arrecian, es seguro que en los números vamos a padecer.
Planificar más: para no estar a merced del impulso del momento, se necesita pensar y planificar, es cuando anteponemos el mediano y largo plazo, al sentimiento y vivencia del instante. Escucho seguido, excusas para no planificar, sin darnos cuenta que de ese modo estaremos a merced del viento, que nos llevará a un puerto diferente cada vez. El antídoto será siempre generar alguna clase de plan, con objetivos, responsables, recursos, de modo tal de reconocer nuestro horizonte. Así, estaremos mejor preparados para medir las acciones y sentimientos que nos invaden. Podremos darnos respuestas a preguntas referidas a lo que nos conviene y lo que no, en función de metas previstas, y cuidar la relación costo beneficio, propuesta en el párrafo anterior.
Padres e hijos: unos y otros conviven en lo cotidiano. Cada generación con su propio ciclo vital y visión, que a veces no es compartida. Atravesar la transición generacional, sin transformar la empresa en un botín de guerra del cual se tironea, es un desafío enorme. Requiere de sabiduría y capacidad de mantener la comunicación permanente, cuidando modos y ámbitos de discusión. Preservar la empresa en el mediano plazo, permitirá dar lugar a los sueños de la familia en el tiempo. Es aplicar el dicho “que el árbol no nos impida ver el bosque”.
Negocios fríos, familias calientes: por esencia y característica, los negocios tienen una lógica basada en la racionalidad, la relación costo beneficio, la frialdad de los números. La familia, por el contrario, es fuente de emociones, pertenencia, afectos y reconocimientos mutuos. Encontrar un equilibrio no es tarea fácil, lo importante es nunca abandonar esa búsqueda, sin perder de vista los ejes que caracterizan a cada sistema. Ser calientes en los lugares equivocados, da lugar a situaciones como las descriptas.
La guerra de los Rose: si administrar las relaciones, las emociones y los conocimientos, fuera simple como resolver una ecuación o fórmula química, seria más sencillo, pero no humano. No hay fórmulas exactas. Pero si debemos ocuparnos, liderar los temas, no esconderlos bajo la alfombra, pedir ayuda externa para afrontar problemas. No se trata de tener razón, ganar batallas personales, si no de buscar y aprender, único antídoto para perdurar de una generación a otra, sin perecer en el intento como los Rose.
Néstor Rabinovich
www.rabinovichasesor.com.ar