20 de Mayo de 2011 | Notas

De inmigrante a fabricante de juguetes

Me tocó ser inmigrante y elegí ser fabricante.

De chico solo soñaba ser grande. A medida que fui creciendo, me fueron sucediendo acontecimiento que me fueron marcando. Sobre esas marcas, inicié mis sueños y sobre esos sueños construí mi destino.

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En mi pequeño pueblo natal, Brienza (Italia), hasta mis catorce años solo pensaba en mis estudios y soñaba ser grande. A esa edad, por decisión de mis padres, y por suerte, emigramos a Argentina, de la que solo sabía donde quedaba y algunos indicadores económicos que la ubicaban, entre los seis primeros países del mundo. También sabía que aquí, desde hacía un año vivía mi hermana mayor y que trabajando se podía acceder a una vida mejor de la que conocía. 

Lo primero que me marcó entonces fue la emigración. A esa altura ya sabía: primero, que debía seguir estudiando y segundo, que había que empezar a trabajar.

Trabajar de lo que sea sin ninguna pretensión, lo que sí me propuse fue hacerlo con dedicación y pasión. Mi primer y único trabajo en relación de dependencia en Eduardo Sport, fue mi segunda marca y es la que me hizo empezar a soñar. 

A mis dieciocho años ya había dado todo por esa empresa y en ella había aprendido desde hablar español hasta desenvolverme frente a proveedores, público y básicas situaciones comerciales. Durante esos años intenté fabricar prendas para niños luego de la jornada laboral, la falta de experiencia y de capital hizo que todo quedara en el intento. 

Por decisión propia dejé el trabajo en busca de algún emprendimiento independiente de muy poca inversión. Así compramos una fiambrería de barrio, que no era con lo que hubiese querido empezar, pero fue a lo único que pudimos acceder. Mientras atendía la fiambrería finalicé mis estudios secundarios e inicié los universitarios.

Luego de tres años ya me “quedaba chica” la fiambrería y lo que yo quería era fabricar algo, sin saber qué. Recuerdo que conversando en casa con mi madre, tirábamos alternativas posibles para fabricar y ella me dijo: “fabricá lo que sea, aunque sea, ballenitas para los cuellos de camisas...”

Buscando, y luego de visitar una fábrica de pastas, en los avisos clasificados del diario, a la fábrica de pastas le seguía “fábrica de plásticos”... y terminamos comprando esa pequeña y rudimentaria fábrica de juguetes.
Cuando nos encontramos con algunas máquinas y matrices de las que “salían cosas con forma”, nos miramos con mi hermano Alfredo, con la alegría que siente un chico al recibir el primer juguete, esa misma alegría que sentí hace cuatro años, junto a mis cinco hijos, cuando vi salir de mis máquinas las nuevas piezas de RASTI

Ese fue el recorrido que transité durante siete años para pasar de inmigrante a fabricante de juguetes.

De este recorrido rescato los siguientes conceptos: 

1° Mis primeros maestros fueron mis padres.

2° Mi primera sociedad fue una “sociedad familiar” con mis hermanos.

3° El primer crédito que conseguí fue a tasa cero, sin garantía y sin vencimiento, pero no de un Banco, sino de un amigo

En momentos como los actuales donde muchos ponen en dudas si  invertir para producir en “nuestra” Argentina, yo incito a que emprendedores, pequeñas empresas y pymes familiares meditemos: si un inmigrante como yo, que empezó de cero, - de cero en serio: cero idioma, cero conocimientos, cero contactos y cero capital – pudo cumplir con sus sueños de progreso en este desafiante país por más de 50 años, hoy, con las condiciones favorables de acceso a tecnología, apoyo a la cultura emprendedora, un modelo de nación industrialista y un mundo demandante de nuestros productos, no nos debería quedar mucho para dudar y sí, mucho para soñar

Los sueños también se cumplen en Argentina. Solo requieren esfuerzo, pasión, creatividad, dedicación y estudios, como en cualquier parte del mundo.
Emprendamos nuestros sueños!

Por Antonio Dimare
Presidente de Juguetes RASTI

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