Sustitución sí, sustitución no. Enfrentados por sus posiciones frente al ingreso de productos extranjeros, hoy creen que la industria perdió la oportunidad de madurar. Sus planes para no estancarse.
Los juguetes se están poniendo rabiosos. Tranquilo, el problema no afecta a los niños, pero sí a los fabricantes, importadores, distribuidores y comerciantes de juegos, muñecos y otros productos lúdicos, que padecieron la fiebre de la economía regida por la política y, hoy en día, se enfrentan con una compleja realidad: perdieron la oportunidad de crecer.
El sector juguetero local está compuesto por compañías fabricantes, importadoras, distribuidoras y comercializadoras de productos infantiles. En su mayoría, se trata de empresas de origen familiar, con una fuerte mística y deber de continuar el oficio. No obstante, esta industria, con cerca de 6.000 puestos directos y otro tanto indirectos, y que se considera una gran familia, está dividida desde hace tiempo por una "pelea de chicos".
Las empresas eminentemente fabricantes se enrolan en la histórica Cámara Argentina de la Industria del Juguete (CAIJ), fundada en 1946, y que en los últimos años hizo una defensa a ultranza del modelo económico kirchnerista y combatió toda posible apertura de importaciones. Esta situación llevó a que otras empresas más integradas y con varios canales -producción, importación, distribución y venta al público- se fueran del nido para canalizar sus intereses. Así nació la Asociación Argentina de Empresarios del Juguete y Afines (Aadeja). En palabras de un empresario que prefirió no ser citado, "los fabricantes le hicieron la guerra a los importadores y ellos se defendieron".
Mientras que una entidad se encolumnó con la antigua conducción de la Secretaría de Comercio, otra bregó por encontrar el equilibrio. Pero el acuerdo entre partes se quebró en 2012 cuando, por falta de dólares, el gobierno comandado entonces por Cristina Fernández de Kirchner limitó los cupos de los "importadores puros" y trasladó los márgenes a los grandes retailers, a cambio de mantener atados en precio otros productos de consumo masivo y de la canasta familiar. Las grandes superficies fueron las más beneficiadas. También otras cadenas que venden productos de consumo masivo y, de yapa o en combo, también obsequian juguetes.
Comercio, el quid de la cuestión. Darío Mermelstein, director de la cadena Carrousel y presidente de Aadeja, aduce que en 2012 el sector eminentemente juguetero importaba el 55% de los productos para chicos. En 2015, según números de Aadeja, tan solo les quedaba el 20%. "Lo que sucedió fue digitado desde el nivel más alto del poder político, porque el Gobierno decidió que nuestro sector no tenía peso suficiente. Estas otras empresas usan el juguete como accesorio y no como su actividad principal", fustiga Mermelstein, enfrentado con los supermercados. "Los importadores puros de juguetes tienen razón -agrega otra voz-. Tenían un cupo de importaciones muy informal, no declarado, y el Gobierno les decía a los supermercados que mantengan los precios de la leche o la carne y les dejaban importar lo que sea".
Alejado de la interna sectorial, Daniel Dimare ofrece un punto de vista acerca de lo que necesita el sector para volver a crecer. La firma de su padre, que produce los juegos de piezas plásticas con marca Rasti, es exclusivamente fabricante, y así y todo defiende la importación de productos. "Los mercados necesitan un mix entre juguetes importados con todas las de la ley y juguetes nacionales. Al comerciante juguetero eso le sirve porque tiene surtido y productos de distintas calidades que atraen tanto a niños como a adultos, que llegan atraídos por un producto equis, pero tal vez se llevan otro más económico y de fabricación nacional. Además, la competencia importada estimula que los fabricantes locales mejoren sus productos, su packaging y otros servicios", evalúa. Dimare también recuerda que su empresa, que exporta desde 2003 a Brasil, vio paralizada sus operaciones en 2015, y advierte que será difícil recuperar ese mercado y tomar otros, como Colombia, Chile y Perú.
Esteban Marzorati, funcionario de la Subsecretaría de Comercio Exterior, contó a El Cronista que el actual gobierno atiende los reclamos de los jugueteros, al tiempo que busca evitar que los productos nacionales sean sustituidos con una consecuente afectación de la industria y del empleo nacional. "En estos años hubo muchos jugadores que perdieron posiciones de mercado, y eso devino en esta situación. Tenemos identificados los desequilibrios y estamos trabajando para solucionarlos", comenta.
Pero las buenas intenciones no alcanzan. En diciembre se aprobaron un sinnúmero de importaciones que estaban detenidas por las DJAI y eso generó nuevas distorsiones: en el mercado cuentan que hay "demasiada sobreoferta" y productos disponibles a cualquier precio y a cualquier plazo. Se siente la retracción del consumo: después de Navidad y Reyes, los comerciantes no se stockearon para el resto del primer semestre, como suele ocurrir. El Día del Niño puede caer en un invierno frío de ventas, Con suerte, se podrá evitar una primavera gélida.
De todos modos, Mermelstein es optimista con este gobierno que tiene visos desarrollistas. "No queremos ni nos conviene volver a los 90'. El liberalismo a ultranza no nos sirve. Si podemos conseguir que aquello que se fabrica acá, se haga, y al mismo tiempo, podemos importar todo que se necesita para la venta, estaríamos logrando dos objetivos muy positivos para el mercado juguetero", sentencia. Si se logra un acuerdo y la aceptación de las partes, entonces habrá señales de madurez y posibilidades de crecer.
Fuente: Cronista.com