Parece que nuestro país no escapa de la fiebre mundial por Pokémon Go. Parece que no hay nada más importante que hacer o, tal vez, parece que es necesario escapar de una realidad estresante, monótona y sin desafíos para los jóvenes.
Justamente son los pertenecientes a la llamada generación Millenials – quienes hoy tienen entre 18 y 34 años – los que explican casi el 90% de las descargas del juego a nivel mundial. Son aquellos que crecieron viendo la serie animada Pokémon y que hoy reviven con nostalgia viejas sensaciones de capturar a los extraños seres.
¿Podrá ser el Pokémon Go la representación actual del flautista de Hamelin? Los hermanos Grimm hicieron popular la historia del famoso flautista que – recordemos – había sido contratado para liberar a la ciudad de Hamelin de una gran plaga de ratas que, cautivadas por una particular melodía, fueron hipnotizadas por el personaje y llevadas a saltar a un río.
¿Hacia dónde nos lleva la Pokémon Go? Vemos accidentes e incidentes originados por usuarios hipnotizados que recorren las calles en busca de objetivos importantes solo para el ego. Al menos podemos reconocerle a la aplicación el beneficio de hacer caminar a los usuarios en lugar de tenerlos sentados y encerrados en habitaciones oscuras.
Levantarse y que el objetivo de nuestro día sea capturar nuevos personajes, nos aleja de la realidad. Como el flautista, nos va llevando por un camino que no es el nuestro, obligándonos a visitar sitios que nunca hubiéramos recorrido, a ser partes de un juego creyéndonos jugadores pero, en realidad, somos unos personajes más del juego que otro construye y dirige.
¿Por qué y para qué jugamos?
Comprender el “por qué” nos lleva a comprender las causas de una decisión o acción; mientras que el “para qué” nos hace reflexionar sobre las consecuencias buscadas. Mientras basemos nuestras decisiones solo en el por qué, estaremos incurriendo en el error de pensar solo en el pasado o las necesidades, llevándonos por un camino de consecuencias azarosas y muchas veces no deseadas. Enfocarse en el para qué hacemos lo que hacemos nos da un sentido, un “norte”.
Tal vez, y solo tal vez, las nuevas generaciones dejaron de prestar atención por el futuro, algo incierto y sobre lo que parece no poder tener control, refugiándose en decisiones basadas en sus deseos y necesidades viviendo el presente, con lo que este les ofrece.
¿Hacia dónde nos lleva Pokémon Go?
Jugar con esta aplicación tiene implicancias más serias y profundas de lo que muchos imaginan. Estamos regalando nuestros datos, intereses y ubicación a alguien que podrá utilizar o vender. Saben dónde estamos, qué nos gusta y hacia donde nos pueden dirigir. Este poder de administrar la voluntad de la demanda es, para muchas empresas, la oportunidad de contar con el flautista de Hamelin. Imaginen si hay muchos pokemons en un centro comercial particular o – en vacaciones de verano - si nos obligaran a transitar por calles normalmente no transitadas por turistas. ¿No cambiaría esto el valor de alquileres, las campañas de marketing, el valor de la publicidad, la circulación en la ciudad, los hábitos de consumo?
Recordemos cómo termina el cuento: el flautista, al no haber recibido el pago que los habitantes de Hamelin le habían prometido, volvió con su flauta a la ciudad para tomar venganza, hipnotizando a los niños y llevándolos lejos del pueblo. Hay varias versiones del final, pero en todos llegamos a la misma conclusión: los únicos responsables de lo que nos sucede somos nosotros, con las decisiones que tomamos y las que no.
* Por Diego Pasjalidis es director de Carrera Ingeniería Industrial (UADE), autor del libro “Inspiración Extrema”
Fuente: El punto de Equilibrio