El protocolo familiar es una ley que establece un marco de decisión para las acciones futuras pero cuyo proceso, sin lugar a dudas, impacta también en la gestión del presente.
Para ser precisos el protocolo familiar es el documento en el que una familia propietaria de una empresa pone por escrito las normas que van a regir la relación entre la empresa y la familia en el presente y en el futuro.
El objetivo del mismo es establecer las reglas básicas de dicha relación, para los socios actuales y para las futuras generaciones, de manera de brindar sustentabilidad a la empresa y asegurar su continuidad.
Por este motivo, la mayor riqueza de un Protocolo Familiar no está en su letra sino en la serie de conversaciones que se mantienen durante el proceso de su desarrollo. En este sentido, no hay recetas universales, no hay normas o modelos correctos o incorrectos.
En este sentido, el Protocolo Familiar es más que un contrato: es un código de conducta personal y familiar para los miembros de la familia, ya que incluye pactos y pautas a seguir por ellos desde una perspectiva que es ajena a la exigencia jurídica. Debido a esta particularidad, su Poder reside en los niveles de consenso que hayan alcanzado quienes lo redactan y suscriben. En consecuencia: lo más importante no es el documento final sino el proceso a partir del cual la familia empresaria genera diálogos significativos. En este proceso cada familia regula los temas que resultan de su interés, por eso hay tantos Protocolos como familias empresarias que han decidido hacerlo.
Por último, es necesario remarcar cuatro cuestiones clave vinculadas al valor de desarrollar un Protocolo Familiar:
- Es una herramienta preventiva: su valor está dado por tratar de anticiparse a los conflictos que puedan surgir en la empresa, es decir, legisla sobre determinadas situaciones que podrían surgir cuando aún no han surgido. Cuando ocurre algún suceso (como, por ejemplo, la epidemia de gripe A o la aparición del dengue), todos los expertos coinciden en remarcar la importancia de la prevención: las situaciones críticas que se habrían evitado, el ahorro que ello habría generado, etc.
- Es una herramienta que, a pesar de mirar hacia el futuro, modifica la propia mirada sobre el presente, ya que en la medida en que se reflexiona sobre distintos temas es posible que se logre aprehenderlos desde otra perspectiva.
- Pero, además, al ser una herramienta no retroactiva marca un quiebre con el pasado. El principio de no retroactividad de la ley es esencial al derecho: nadie puede ser juzgado por un hecho que, en el momento en que se cometió, no era delito. La ley, en este sentido, siempre regula las acciones humanas a partir del momento en que se establece. Aunque pueda parecer menor, en la empresa familiar este es un punto importante. Generar un quiebre con el pasado evita caer en la conversación de qué pasó. Dijo Gabriel García Márquez: La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla. Considerando que el pasado es una construcción selectiva definida por nuestra propia mirada, las conversaciones orientadas hacia el pasado suelen caer en trampas difíciles de resolver. El beneficio de evitar este tipo de conversaciones es la posibilidad de reorientar nuestra energía hacia el futuro. Las personas tenemos una capacidad limitada de energía. Cada uno de nosotros elige cómo organizarla y hacia dónde orientarla. Si la mayor parte de esa energía se orienta hacia el pasado, se pierde capacidad de acción en el presente y en el futuro.
- Es un proceso de construcción de buena suerte. En su libro La buena suerte, Celma Rovira y Fernando Trias de Bes proponen que la suerte depende del azar, pero que la buena suerte se construye. Se podría decir que la construcción de un Protocolo Familiar es un proceso de trabajo que se propone construir buena suerte para la empresa y la familia que la gestiona, ya que la generación de leyes para evitar potenciales conflictos es una contribución a la sustentabilidad futura del negocio familiar.
Fuente: Buenos Negocios - Banco Galicia