Para muchas personas el simple hecho de tomar decisiones implica un alto grado de inseguridad interna. Sin embargo, la realidad indica que tomamos decisiones permanentemente, desde sencillas hasta complejas.
Probablemente, cuando sientes internamente que no hay demasiado que arriesgar o perder si el resultado no fuese el esperado, el proceso de decidir es más fluido y rápido. El problema aparece cuando necesitas escoger algo que puede cambiar el curso de una situación en forma radical.
Qué implica el acto de decidir
Decidir tiene que ver directamente con la libertad que ejerces como ser humano; tomar los caminos que escoges te hace más libre, fuerte y consciente de tus posibilidades de expansión; por esto mismo, pone un marco de referencia sobre tus limitantes internos.
También decidir implica una toma de consciencia acerca de tus valores y convicciones de aquello que puede ser mejor para ti.
El problema al decidir no radica en esa acción, en si misma, sino en el riesgo que se pone en juego cuando debes escoger en cosas trascendentes. Y más profundo aún: en el sentido de responsabilidad personal sobre lo que decides.
Aprender a decidir
Para ayudarte a tomar mejores decisiones, aquí va una guía práctica con herramientas.
No existen decisiones sin riesgos. Este es el paso inicial de la toma de consciencia. Todo lo que decidas se basa en una decisión (consciente o inconsciente), y conlleva un nivel de riesgo inherente respecto al resultado final.
Muchas decisiones implican un resultado incierto. Es incómodo, y necesitas afrontarlo si quieres evolucionar.
Nadie te obliga a elegir lo que no deseas. Este concepto se basa en la integridad y la libertad inherente que debería guiar a todos los seres humanos. Aquí entra en juego tu más alto nivel de responsabilidad personal.
Piensa qué implica tomar una decisión. Puedes evaluar los pros y contras, poner en una balanza interior y luego, elegir.
Quien demora mucho al decidir permanecerá estancado más de lo conveniente. Hay personas que se paralizan al tener que tomar una decisión, desde las más simples, como elegir una comida en un restaurante, hasta las complejas. No te demores y practica con situaciones de menor a mayor para generar el hábito a tomar decisiones.
Evalúa qué sientes y qué piensas: son dos cosas distintas. Frente al hecho de tomar una decisión, necesitas ser muy claro acerca de cómo están tus emociones, y también, tu mente. Observa si juegan a favor o en contra. Separa la información intelectual de tu emocionalidad. Luego, intégralas para saber si hay algo que -junto con tu intuición- puede traer mayor claridad al decidir.
Plantéate varios escenarios. Lo ideal es buscar alternativas, al estilo del plan A, B y C. Diséñalos de tal forma que cualquiera de estos caminos será satisfactorio para lo que anhelas lograr.
Hay malas decisiones impulsadas por malas resignificaciones. Si pudieses planearte el proceso de decidir como un aprendizaje interno que quedará dentro de tu capital de vida, quizás concluyas en que, más allá de decisiones poco apropiadas o con resultados discordantes con tu plan, todo conlleva un profundo aprendizaje. Esto servirá para resignificar lo que vives, dar un nuevo sentido, y reforzar esa experiencia en forma más positiva.
Determina cómo influirá en tu vida esa decisión que necesitas tomar. Visualízalo a futuro, no sólo en el instante de ejecutar la acción de elegir, ya que eso te acompañará de aquí en adelante, por haber sido tu propia decisión.
No decidas exclusivamente en base a lo que te cuentan los demás. El proceso de elegir es personal e intransferible. Sin embargo, la observación de una persona que ya experimentó lo que tú estás a punto de hacer puede ser información valiosa. O no. Determina si te sirve, porque el responsable de lo que decidas siempre serás tú.
Piensa en el bien mayor. Busca que la decisión que tomes apoye el bien mayor de todos los involucrados: es una buena forma de generar un impacto positivo en tu entorno.
Que tu historia no te impida decidir. Si en el pasado has hecho elecciones desafortunadas, puedes aplicar aquel conocimiento para no repetir errores que pueden haber costado muy caro en distintos planos de tu vida. Para decidir de nuevo necesitas soltar el pasado, teniéndolo presente como otra situación y otro momento en el que hiciste lo que pensabas que era mejor. Hoy es otro momento.
Planifica una vez que tomes la decisión y baja las expectativas. Finalmente, necesitas bajar lo que decidas a un plan de acción concreto y específico para afianzar el nuevo resultado que deseas generar. Baja las expectativas para no forzar tu umbral de decepción y frustración. Si te toca experimentar estas emociones, siéntelas y vívelas, como forma de transformarlas en aprendizaje para la próxima vez.
Practica tomar decisiones
Aquí tienes 5 tips para ejercitarte desde ahora mismo:
. No dejes que otros elijan por ti en ningún aspecto de la vida.
. Pide poder elegir entre varias opciones.
. Plantéate más de un escenario cuando necesites decidir.
. Si sientes un impulso de tu intuición, préstale atención y síguelo.
. Registra formalmente tus avances con un esquema escrito donde describas: problema | alternativas | decisión. Esto reforzará tu centro de recompensa del cerebro, ayudándote a sentirte más cómodo a la hora de decidir.
Daniel Colombo
Master Coach Internacional especializado en CEO, alta gerencia y profesionales; conferencista internacional; motivador; autor de 21 libros y comunicador profesional
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