Si piensas que da lo mismo, te estás dejando algo. El vestido importa. Tu imagen importa. La forma en la que te relacionas con tus clientes importa. Todo importa.
Puedes contestar esta pregunta desde tres puntos de vista:
a.- Punto de vista del cliente. Te debes vestir como quieren tus clientes. Este punto de vista da el control a los clientes. Ellos marcan las pautas. Ellos deciden cómo deberías vestirte. Ellos deciden todo.
Obsérvales. Imítales. Mimetízate con su forma de ser y de vestir. Puede tener sentido. Los clientes son la razón de ser. Puede tener problemas. Pierdes tu personalidad.
b.- Punto de vista neutro. Viste para no hacer daño. Viste para no tener impacto. Pasas desapercibido. Nadie opina. Nadie se siente incómodo. No molestas.
La gran ventaja de este punto de vista es que no tiene impacto alguno. El gran problema de este punto de vista es que no tiene impacto alguno.
c.- Punto de vista tuyo. Tú eres quien eres. Tienes tu personalidad. Lo que haces lleva tu marca. Tu manera de actuar lleva tu marca. Tu forma de vestir también.
Cuando vistes como eres, estás proyectando tu imagen. Proyectas tu marca. Es una especie de reclamo. El que se siente atraído acude. Los que no tienen interés pasan.
Hay gente para todo. Algunos se sentirán mejor con un enfoque. Otros con otro. Yo creo que el último enfoque es el más adecuado. Los negocios van más allá de vender y comprar algo. Son conexión. Cuando conectas, las cosas funcionan mejor. Tus clientes se sienten más cómodos. Todo es natural. Cuando no conectas, todo es más difícil.
Tu forma de vestir es parte de tu personalidad. Es parte de tu capacidad para conectar. Cuando eres tú, hay posibilidad de relación con tu mercado. Si eres otro, sólo hay transacción.
Viste como eres. No intentes ser otra cosa. No funciona.
Por Salvador Figueros
Fuente: salvadorfigueros.com
Foto: Eric Kilby / Flickr