Todos conocemos los acontecimientos que estamos atravesando. La cuestión es: como impactan en la vida de los negocios? Cuales son respuestas adecuadas, y cuales potencian los riesgos existentes?
Como tomamos decisiones en esos contextos? Pensemos un poco los hechos.
De pronto, en el día a día, se incrementa la incertidumbre. Las situaciones de la realidad, siempre inestable, presentan variaciones bruscas, que amenazan la vida de la empresa. Sugiero algunos aspectos a considerar.
- Las reacciones extremas: en las circunstancias que vivimos, solemos reaccionar de modos extremos: con un optimismo exagerado, actuando como si fuéramos inmunes a las amenazas, o con un repentino pesimismo, imaginando el fin de los tiempos. Ninguna de las dos opciones ayuda a avanzar con sensatez. Es importante desde el punto de vista directivo encontrar un mínimo de equilibrio emocional, que permita elaborar las mejores estrategias, para orientar y dirigir en el medio de la tormenta. En momentos críticos, las emociones afloran de un modo visceral, cuidemos las reacciones.
- Liderar: es clave ejercer un liderazgo, marcar un camino posible, no ser parte del caos y desorden natural. Imaginemos por un instante a Cristóbal Colon, su viaje, y la ansiedad de sus “acompañantes” reclamando por la llegada: se requiere de una visión, constancia y coherencia para mantener al grupo alineado detrás de la meta que perseguimos, aun en los momento más difíciles, y eso requiere de dicho liderazgo, que vislumbre y transmita con claridad el objetivo, y la factibilidad de lograrlo. Después de todo, como dice un sabio refrán, “siempre que llovió, paró”.
- Los números del negocio: lo primero que vemos afectar son los números, la rentabilidad. Hay premisas que no debemos olvidar: vender más, en sí mismo, no asegura ganar plata. Dejar de vender, por temor, tiene sus enormes riesgos. El mayor capital, son nuestra gente y nuestros clientes. Hay que cuidarlos, sin arriesgar el futuro. Es un delicado equilibrio, donde los extremos son malos consejeros. Bajar precios como única política es perjudicial. Busquemos opciones que permitan atravesar la crisis, pero sosteniendo el posicionamiento y la especialidad que nos hizo sobresalir en el mercado.
- La gestión comercial: de pronto llega la orden: a vender más! Sin plazo! Cobremos rápido! Todo eso junto. Seamos cuidadosos, todo el mercado está sensible, y algunas reacciones y conductas podemos pagarlas luego con pérdida de competitividad y rentabilidad.
- Nuestra gente: es usual achicar estructuras en épocas de crisis. A menudo se lleva a cabo con cuotas de irracionalidad, perdiendo trayectorias y capital de conocimiento claves para crecer. Si bien es una buena oportunidad para reestructurar y mejorar la relación costo beneficio, central para la rentabilidad empresaria, es necesario hacerlo con inteligencia, de modo de ganar en agilidad para el momento en que las “aguas bajen”.
- Nuestra trayectoria: no perdamos de vista lo que nos hizo tener un lugar, crecer. Se trata de nuestra especialidad, la esencia del negocio a partir del cual gestamos el mismo. En dicha historia están gran parte de las respuestas. A veces se pierde la perspectiva ante los problemas del contexto, pero es importante recuperar lo que nos hizo diferentes, las soluciones que hemos sido capaces de generar en el tiempo para ser rentables. Es una tendencia natural pretender diversificar en productos y servicios, para acercar algo más a la caja, pero no es recomendable en estos momentos.
- La familia empresaria: es fundamental mantener aceitados los mecanismos de comunicación, estar abiertos a las diferentes visiones, de miembros familiares y no familiares, para encontrar las mejores respuestas. Hay que cuidar caer en mensajes contradictorios, que generan parálisis. Los momentos de crisis permiten, con flexibilidad, resolver y mejorar la performance empresaria, puesta a prueba en esos contextos en que las amenazas parecen inundar las conductas y decisiones cotidianas.
Fuente: Infobae, Nestor Rabinovich